lunes, 2 de mayo de 2011
LAS RAMAS DEL CASO SOHO
En marzo pasado se desató una controversia debido a la publicación en la Revista SoHo, que dirige @DanielSamperO, a cuenta de unas fotografías de Mauricio Vélez donde se hace una especie de denuncia gráfica de una situación que es real aunque presentada de manera ficticia (puesto que los "modelos" solo re-presentan pero no encarnan el tema) y esta es la pederastia. Salen acusados los curas y obispos, pero a la vez sale acusada también la Revista. La Procuraduría pidió a la Fiscalía y al Bienestar Familiar que investigaran sobre el particular para determinar si se había incurrido en algún delito.
Así pues, clero y prensa salieron acusados. Los curas, porque lo que busca la exposición de Vélez es una especie de denuncia al cuanto más legítima y ellos resultan allí como victimarios. La Revista, porque habría incurrido en la violación (paradójicamente) de los artículos 207 a 211 del Código Penal y del artículo 47, numeral 6 del Código de la Infancia y la Adolescencia, que es una norma que le impone una obligación a los medios de comunicación de "abstenerse de realizar transmisiones o publicaciones que atenten contra la integridad moral, psíquica o física de los menores, que inciten a la violencia, que hagan apología de hechos delictivos o contravenciones, o que contengan descripciones morbosas o pornográficas".
El tema es actual e imperativo: la denuncia de un hecho delictivo como la Pederastia. El método es más bien "heterodoxo" y "cáustico" por llamarlo de alguna manera porque, no digamos que es injurioso (pues no puede haber algo más injurioso que atentar contra la inocencia de un niño) sino porque afecta la emotividad del espectador. Quizá Vélez lo que pretendía sanamente era hacer una confrontación "escandalosa" del tema pues resulta una vía más efectiva que una simple denuncia verbal. Graficarlo tan realmente es una alternativa que podemos llamar "violenta" por lo que el delito entraña y significa, hiriendo la susceptibilidad del espectador común.
En la tarde del 2 de mayo, Samper Ospina que, seguramente cayó en cuenta tarde de que con su "complicidad" había incurrido en un presunto delito, pidió a través de Twitter que se difundiera la entrevista que Gustavo Gómez le hizo en Caracol Radio a Ramiro Bejarano donde se le quiere dar un vuelco a la investigación y sale más bien acusada la Procuraduría y el Bienestar Familiar.
Bejarano dice que a la directora del Bienestar le conviene seguir las insinuaciones al Procurador porque al parecer tendría un pasado controvertido en el que resultaría vinculada al escándalo de los Nule. Así las cosas, el argumento de Bejarano es que se trata más bien de una acusación "ad hominem" contra Samper Ospina pues Ordoñez siempre la ha emprendido contra SoHo, máxime cuando la Revista, conociendo la posición del Procurador, invitó a una de sus hijas para que saliera como modelo en ella.
La cuestión es que Bejarano ha desplazado todo el asunto a un tema secundario: para él la decisión de la Procuraduría de indicar este delito es inviable porque se trata de una "malquerencia" contra el director. Bejarano desconoce voluntariamente el verdadero delito y lo reduce a una antipatía, callando solapadamente sobre el verdadero meollo del asunto: No es porque el Procurador sea religioso y la Revista haya acogido una denuncia gráfica de un delito que se le impute a los curas (y que ocurre según las estadísticas con más frecuencia entre miembros de la misma familia donde el victimario resulta ser una persona allegada)sino porque SoHo hizo caso omiso de la ley arriba mencionada que prohíbe lo que prohíbe. La discusión se ha trasladado al margen y ahora se acusa al Procurador de ser religioso y usar esa posición para su beneficio personal. Que nos tengamos que aguantar a un funcionario público que es más papista que el papa eso ya es un verdadero martirio pero que su denuncia sea inviable o sin sentido, solo en vista de su posición religiosa, eso no es argumento. Los argumentos son objetivos y las fotos están allí publicadas. El delito en el que incurrió la revista no es en señalar a los curas sino en presentar fotografías de niños desnudos. Así, podríamos preguntarle a Bejarano y a Ospina y sus defensores: ¿Y el delito en cuanto tal? ¿No resulta, más bien, la actitud de la revista tipificada como una cierta complicidad? ¿Cuánto dinero recibieron estos niños para dejarse fotografiar? ¿Con qué cinismo se presenta una imagen que aunque quiere denunciar sin embargo hiere la sensibilidad del espectador y atenta contra la dignidad infantil? ¿Acaso esas fotografías, por muy artísticas que sean y muy apropiadas para denunciar esta conducta punible, no resultan más bien siendo una apología del delito? ¿Cuántos pedófilos de verdad no habrán ido a la exposición de Vélez o comprado la revista para saciar sus aberrantes deseos?
Cientos de preguntas que no podemos dejar de lado. ¿Libertad de expresión?: Claro. Siempre. ¿Laicidad del Estado? Por supuesto. Siempre.
Pero no hay que irnos por las ramas y así está sucediendo.
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