lunes, 13 de junio de 2011
URIBE EN LA OPOSICIÓN
Nadie hubiera creído hace un año que el entonces mandatario Álvaro Uribe pasaría con el tiempo a conformar la oposición del gobierno que él mismo ayudó a elegir con sus insinuaciones y recomendaciones inconstitucionales. Ya han corrido ríos de tinta sobre la distancia entre Uribe y Santos. Uribe ha escrito trinos en twitter que luego ha acomodado a la intriga de los hackers; Santos, más diplomático, pero igualmente incisivo, ha tomado distancia de su mecenas no tanto con las palabras sino con los hechos: desde el restablecimiento de las relaciones con Chávez y Correa hasta la aprobación de la ley de víctimas, pasando por una cantidad de pequeños detalles que han logrado una gran distancia. Santos ha demostrado que no es para nada un títere del teatro uribista donde hay tantos histriones que sobreactúan patriotismo. Y es que hacer patria – un cliché que ha servido para legitimar tantos despropósitos – no es simplemente tomar una bandera, un monólogo, un prejuicio, una política unívoca (en este caso la de la seguridad democrática que buscaba acabar con la guerrilla, un cáncer que pareciera estar ya por ser extirpado) sino que hacer patria es atender integralmente la seguridad cuyos linderos no solo tocan el terrorismo sino que llegan al dinero público, dinero sagrado que malversado, es el que ocasiona el terrorismo y la delincuencia común. Pareciera un trágico círculo vicioso pero es real en la situación colombiana.
Santos salió en días pasados a decir que Uribe no había tenido nada que ver con todos esos casos de corrupción que cada día nos dejan más impresionados con el escándalo de turno; pero en la medida en la que el presidente quería indultar al exmandatario hacía con su mismo intento una grave acusación: que Uribe había pecado no por corrupción fiscal sino por corrupción de poder; porque la corrupción no es solo apropiarse de dineros públicos sino que el deseo de poder puede crear un ambiente propicio para que ello se dé y la verdad es que, como ya lo sabemos, el foco de actos de corrupción se encuentra en el año 2006, año de la reelección presidencial de Uribe.
Se trata, pues, de una responsabilidad política que resulta siendo tan delicada como la responsabilidad penal. No obstante, Uribe sigue teniendo un elevado índice de popularidad que aterra y demuestra hasta donde los colombianos, hastiados por la guerrilla y la violencia generalizada, estuvimos dispuestos a hacernos los de la vista gorda para únicamente aplaudir los golpes contra la insurgencia y no tener miradas para sopesar los métodos que generaban tales resultados. No solo los métodos bélicos, sino los métodos para a-poderarse del poder. Pecamos también los colombianos por crédulos y por condescendientes. Y es que los que ahora no soportamos la soberbia uribista generalmente hicimos halagos a su política de seguridad aunque miráramos de reojo las jugadas oportunistas de su familia y de él mismo.
Ahora Uribe sale a decir que el actual gobierno no necesita graduarlo de corrupto para adelantar una política anticorrupción. Pero lo que él no ha considerado es que se graduó solo y con honores. Ya lo comentamos en este blog: “La corrupción en el período Uribe de la A a la Z y anotamos que aunque él no sea el autor intelectual o material de tantos escándalos sin embargo le corresponde una responsabilidad para nada despreciable porque la mayoría de esos casos se cocinaron bajo sus predios.
http://barriotwitter.blogspot.com/2011/05/mano-firme-contra-la-guerra-corazon.html
Uribe ha pasado a la oposición y Santos debe estar aún más atento a esta situación no tanto saliendo a decir que entre él y el expresidente hay un buen entendimiento – lo que a simple vista es una gran mentira que ya nadie cree – sino con los resultados concretos en materia de seguridad integral: dineros públicos seguramente invertidos y delincuencia común y terrorismo seguramente atacados.
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